9 de marzo de 2010

Son las once de la noche.
Se filtra una brisa que amenaza frescura por el entretelón de las cortinas en mi ventana.
Afuera hace silencio. El silencio estruendoso de la noche en vela.
Acabo de descontracturarme la anatomía pensando que tal vez mañana, cuando el sol del alba venga a llevarse los sortilegios de su hermana oscura pueda tal vez encontrar en un destello fugaz, casi imperceptible, una palabra poeta, dicha o no, que socave desde adentro de mi pecho una nueva bitacora para seguir andando...

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